Deborah
Parker llegó a Nueva York a los dieciséis años, con tres dólares cincuenta centavos
en el bolsillo trasero del pantalón y temblando de frío por haber pasado toda la
noche en un viejo y oxidado vagón.
Deborah Parker llegó a Nueva York aquel seis de enero buscando escapar del destino y de aquel pueblo olvidado por Dios en el que desde que podía recordar siempre había vivido.
Deborah Parker llegó a Nueva York buscando volverse modelo para ir por la vida vestida de Chanel y desayunando con diamantes, pero lo único que consiguió fue un trabajo como vendedora de discos de vinil usados, ropa de segunda y un paquetito de magia en forma de polvos blancos.
Deborah Parker llegó un seis de enero a Nueva York con tan solo dieciséis años persiguiendo un sueño. Y lo único que ocurrió, fue que con los años, este acabo transformándose en una pesadilla.
Deborah Parker llegó a Nueva York aquel seis de enero buscando escapar del destino y de aquel pueblo olvidado por Dios en el que desde que podía recordar siempre había vivido.
Deborah Parker llegó a Nueva York buscando volverse modelo para ir por la vida vestida de Chanel y desayunando con diamantes, pero lo único que consiguió fue un trabajo como vendedora de discos de vinil usados, ropa de segunda y un paquetito de magia en forma de polvos blancos.
Deborah Parker llegó un seis de enero a Nueva York con tan solo dieciséis años persiguiendo un sueño. Y lo único que ocurrió, fue que con los años, este acabo transformándose en una pesadilla.
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